viernes, 22 de enero de 2021

Lo que la Biblia dice sobre la sanidad y orar por los enfermos

Nuestro Dios es todopoderoso, es amor y él nos acompaña y nos bendice siempre. Dios nos ha dado el mayor milagro que podremos experimentar jamás: la salvación de nuestras almas. Pero también quiere ayudarnos en medio de nuestras luchas y dificultades diarias. Una de las peticiones que le hacemos con más frecuencia es la de sanidad porque vivimos en cuerpos físicos que padecen enfermedades y dolores.

En la Biblia encontramos muchos ejemplos de sanidad divina. El poder de Dios no cambia, Dios es el mismo ayer, hoy y por siempre (Malaquías 3:6; Hebreos 13:8) y podemos confiar en que él todavía sana. Veamos algunas de las sanidades que menciona la Biblia y fortalezcamos nuestra confianza en el poder sanador de Dios.

Sanidades en el Antiguo Testamento

Ana (1 Samuel 1:1-20)

Ana no podía tener hijos, algo por lo que sufría burlas y tormentos. Un día ella fue al templo y derramó su corazón y sus lágrimas delante de Dios. Le prometió que si él le concedía un hijo, ella se lo entregaría y crecería al servicio de Dios. Dios la escuchó, la sanó de la esterilidad y con el paso del tiempo ella dio a luz a un niño, Samuel, quien llegó a ser un gran líder y profeta del pueblo de Israel.

Naamán (2 Reyes 5:1-15)

Naamán era jefe del ejército del rey de Siria, un soldado muy valiente y de gran prestigio que estaba enfermo de lepra. En su casa había una joven criada israelita y ella les habló sobre el profeta Eliseo y cómo él podía sanar a Naamán de la lepra.

Naamán habló con el rey de Siria que le concedió permiso para ir a Israel. Le entregó una carta para el rey que decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra». (2 Reyes 5:6)

El rey de Israel se puso muy nervioso, vio esto como un acto con intención de comenzar una guerra ya que él se sabía incapaz de sanar. Eliseo le envió un mensaje tranquilizador al rey y le dijo que él recibiría a Naamán. Eliseo le dio instrucciones a Naamán para que pudiera recibir sanidad en el nombre del Señor. Naamán siguió las instrucciones, fue sanado y reconoció al Dios de Israel como el Dios verdadero.

Sanidades en el Nuevo Testamento

El mendigo en el templo (Hechos 3:1-10)

Pedro y Juan iban para el templo a orar una tarde y vieron a un hombre lisiado (cojo) mendigando a la puerta del templo. Este hombre mendigaba allí cada día y al ver a Pedro y Juan que se acercaban les pidió limosnas con la esperanza de que le dieran por lo menos algunas monedas.

Pedro le contestó: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!" Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza.

(Hechos 3:6-7)

El padre de Publio y otros enfermos (Hechos 28:7-10)

Luego de un naufragio, Pablo y todos los que habían naufragado con él, llegaron a la isla de Malta. El funcionario principal de la isla, Publio, los recibió amablemente en su casa y los hospedó por tres días.

El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó. Como consecuencia de esto, los demás enfermos de la isla también acudían y eran sanados.

(Hechos 28:8-9)

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