Como creyentes de Cristo, debemos pensar en lo significativo que es la confianza para nosotros, tanto así, que guardamos una idea diferente a la de los demás a la que solemos llamar: fe. Una clara descripción de la misma la podemos encontrar en Hebreos 11:1 −Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve−.
¿Pero qué o a quién esperamos? A nuestro Señor Jesucristo, en quien ponemos nuestra confianza.
Al estudiar la Biblia, descubrimos que repetidamente se nos recuerda que, si "confiamos en el Señor, no seremos defraudados" (Salmo 25: 3, Isaías 28:13, Isaías 49:23, Romanos 10:11, 1, Pedro 2: 6). Esta, es una promesa de empoderamiento.
En algunos momentos de nuestras vidas nuestra confianza en el Padre, nuestra fe, puede decaer, haciendo que nos dejemos llevar por cualquier corriente y alejándonos cada vez más de la verdad. Cuando esto sucede empezamos a parecernos más al “viejo hombre”, viciado de los deseos engañosos y apartado de la renovación en el Espíritu (Efesios 4:22-24). Pero Dios en Su gracia y misericordia nos ha dejado Su palabra para instruir y corregir con amor, para que no dejemos de confiar en Él jamás.
Confiar en el Señor no es acercarnos a Él en oración diciendo palabras bonitas, porque escrito está: “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” Mateo 7:21. Vivir confiado en el Señor involucra una decisión, la decisión de poner tu vida en Sus manos y desear caminar por la luz del Evangelio, aun cuando no sepas qué puede pasar ni como la mano del Todopoderoso obrará.
Toma la Palabra de Dios
Para poder confiar en Dios, tenemos que creer con vehemencia que Dios no mentirá ni romperá sus promesas. Nos podría parecer indiferente tener tanta confianza en alguien, pero te recuerdo que no hablamos de un humano, el cual peca continuamente, estamos hablando del Dios Altísimo, quien te creó y conoce cada paso que das.
“Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” Números 23:19.
También, las aflicciones nos pueden hacer tambalear y padecer sufrimientos, pero no quiere decir que Dios no tiene el control. Repetidas veces tomamos decisiones lejanas a la voluntad de Dios y una vez surge el problema queremos que Dios se haga responsable de lo que hicimos. Así mismo, muchos son maltratados por las acciones de otros, pero Dios no desampara a los dolidos que buscan su rostro, los llama bienaventurados.
“Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes” Mateo 5:11-12.
Descansa en Su presencia
Al confiar en Dios, reconocemos que Él tiene el control y podemos descansar en eso en lugar de esforzarnos en luchar con nuestras propias fuerzas. Confiar en Dios quita la responsabilidad de nuestros hombros y lo coloca sobre los hombros de Cristo. Eso nos reconforta porque. sabemos que adoramos a un Dios que nos ama y cuida siempre, no cuida de Sus siervos, porque en Cristo somos Sus hijos. Confiemos en nuestro Padre.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” Mateo 11:28-30.
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